miércoles, 29 de septiembre de 2010

Destino o Determinación?

Algunos dicen que hay una predestinación, un destino ya marcado desde que nacemos. Yo creo que en mi vida hubo una determinación, una lucha que comenzó desde el vientre de mi madre y mis primeras horas de vida luego de un nacimiento prematuro. Seguramente esa pelea por sobrevivir me fortaleció para las pruebas que vendrían luego, física y espiritualmente. La debilidad inicial me dio una visión anticipada del valor de la vida. Luego el amor de mis padres, el sostén familiar y las circunstancias favorables de una niñez feliz hicieron el resto. Algo para agradecer a mi Creador.

Esto es lo positivo de escribir la propia historia luego de muchos años de vida, el poder mirar hacia atrás y juzgar los hechos con objetividad, conociendo ya los resultados, los fracasos, los éxitos y las diferentes vivencias.

Escribir sobre el presente es positivo pero a veces las pasiones, los miedos o las incertidumbres nos impiden ver con claridad no sólo el futuro, que de todos modos nadie conoce, sino nuestras propias intenciones y la sinceridad de los sentimientos o la capacidad de luchar por los objetivos propuestos.

Tenía tan sólo veinte años y ya estaba ocupando una cátedra en la escuela secundaria de mi ciudad natal. Casi como por casualidad. Ahora me correspondía tomar una decisión importante: decidir mi vocación y encausarla a una madurez total. El inicio parecía fácil, debía afianzarme y avanzar. Tenía varios elementos a favor: mi juventud, mis deseos de progresar, conocimientos y el apoyo de las autoridades escolares que me necesitaban y confiaban en mí. Y algunas cosas en contra: mi juventud y la inexperiencia en ese tipo de trabajo.

Todo comenzó bien, recuerdo la mirada de admiración de los alumnos, los varones con pantalones cortos, en ese tiempo se ponían los "largos" o "leones" como se les decía, a los catorce. Las chicas con sus trenzas y sus caritas aún infantiles, ansiosas de aprender. Pacientemente les enseñaba a empezar de cero, haciendo palotes otra vez, como en primer grado, pero ahora con pluma Perry 341, usando tinta fluída azul, con inclinación de 45°, cuidadosamente, dibujando cada rasgo. Primero finos, luego gruesos, más adelante con elipses y curvas, las vocales, las consonantes de un cuerpo, luego las de dos y finalmente las de tres renglones, las mayúsculas con curvas y perfiles... aquello era apasionante! Para mí y para ellos.

Me resultaba fácil mantener la disciplina, el director de la escuela, don Hugo Jordán, me aconsejaba y me decía: "el alumno respeta a su profesor cuando se da cuenta de que aquel sabe lo que enseña" En eso yo tenía el éxito asegurado, mi profesora del Comercial 6, la señora Brunet de Salmun, me habia enseñado el arte de la Caligrafía con idoneidad y disciplina.

Cuántas veces lloré ante su rigor, cuando debíamos llenar de cinco a diez carillas con la práctica de rasgos básicos y letras, bajo el título "Ejercicio hecho en casa", rompiendo hojas y rehaciéndolas hasta lograr la perfección que ella clasificaba con un V° B°, visto bueno, que era todo un premio a la constancia. Lejos quedaban los "Felicitado" o "Excelente" de la maestra de la escuela primaria. Ahora el estímulo era un simple siete en la libreta, y... Gracias!

En mi experiencia docente decidí ser tan exigente como mi profesora pero usar más amabilidad y cariño para con los alumnos. Sin embargo, más adelante aprendí que muchas veces era necesario aplicar medidas disciplinarias para tener mejores resultados.

Una vez por semana les daba los primeros elementos de Dibujo artístico, con lápiz o con carbonilla, en papel canson, con modelos de yeso al principio o usando como modelo a uno de ellos, algo que los entusiasmaba muchísimo.

Antes de finalizar el primer ciclo lectivo me llamaron de Dirección para ofrecerme otra cátedra: Contabilidad. En un primer momento la rechazé, no creía estar preparada para ejercer como profesora de Economía, otra vez la promesa de parte del director de reemplazarme a la brevedad por alguien con más experiencia me convenció.

El grupo de alumnos era el mismo, primer año primera división, 1° 1a., ya nos conocíamos.

Aún conservaba las carpetas de ejercicios prácticos de mis tiempos de estudiante en la escuela porteña, usaría los mismos libros de textos, Contabilidad y Práctica Contable de Pino y Piccoli y... adelante Juanita!!

Como el petirrojo, que no está capacitado para volar, pero como él no lo sabe... vuela!

1 comentario:

  1. Está muy bien lo que escribís, Ma, toda una experiencia como docente de valor incalculable. Hasta me da un poco de envidia, porque yo me perdí eso, aunque hoy en día la escuela secundaria no ofrece demasiado incentivo vocacional.

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