Los trámites para conseguir el permiso para ir a la matiné del cine del barrio empezaban temprano, había que conocer el programa, las películas que se daban ese día, si eran permitidas para todo público, el horario, el precio de las entradas, quienes nos acompañarían; primero lo hablábamos con mamà, ella consideraba sobre todo si los vestidos y el calzado estaban en condiciones, si tenía dinero suficiente o había que pedirle a papá, luego venía la parte más difícil: hablar con mi padre, además de interesarse por el programa, consideraba si las notas en los cuadernos habían sido buenas, si nos habíamos portado bien en casa; el tercer paso era una consulta entre ellos, esperar ansiosamente la respuesta y... saltar de alegría si era sí, insistir un poco si era no, aunque el resultado de las gestiones nunca variaba, si era sí, sí y si era no, no, inamovible.
Había dos cines: el Carlos Gardel en la calle Bolívar, de precios más accesibles, veinte centavos los jueves, día de damas y los martes, dia español y el Cecil en la calle Defensa, el de las funciones de matiné, los sábados, un poco más caro. Muchas veces nos acompañaba mi padre. Ocasionalmente íbamos los cuatro, cuando se trataba de estrenos con Hugo del Carril, Zully Moreno o Niní Marshall; mis padres eran admiradores de Lolita Torres, eran películas con historias románticas, canciones y bailes; por contrato el padre de Lolita, en ese entonces adolescente, no permitía que su hija se besara con los galanes en ninguna escena, igualmente ella convocaba gran público con su fresca belleza y su voz maravillosa. Recuerdo los grandes éxitos cinematográficos de entonces: Su mejor alumno (vida de Sarmiento), Pampa bárbara, y los artistas famosos: Carlos Cores, Enrique Muiño, Angel Magaña, Pedro Quartucci, Laura Hidalgo, Ricardo Passano y tantos otros.
Se exhibían dos o tres películas por tarde con un intervalo, entonces se encendían las luces, un pesado cortinado cubría la pantalla y pasaba el caramelero, con su bandeja colgada al cuello plena de golosinas y chocolates. La felicidad ese día pasaba por la sala del Gran Cine Cecil y se sentaba a nuestro lado compartiendo chocolatines y caramelos de leche Mu-Mu; el lunes tendríamos mucho para contarle a los compañeros de la escuela. Claro que no sería cosa de todas las semanas. Pero había sido un sábado perfecto.
viernes, 12 de marzo de 2010
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Con respecto a estos cines, el Carlos Gardel estaba en Bolívar al 1000, actualmente hay un mercado chino. Y el Cecil parece ser que estaba en Defensa 845, quizás te confundís con otro cuando decís la calle Chile.
ResponderEliminarBusqué la película "Pampa gaucha" como decías, pero me parece que el nombre correcto es este que puse, el de Pampa bárbara, película del año 1945.