sábado, 20 de febrero de 2010

Pataro Fere!

Junto a la ventana
Junto a la ventana
Dentro de dos días cumplo años, me da un poco de rabia que pase tan rápido el tiempo, o quisiera que se detuviera; demasiado eran ya sesenta y cinco, aunque es mejor seguir cumpliendo porque eso significa seguir viviendo. No puedo evitar un sentimiento mezclado de miedo y orgullo, miedo a envejecer y orgullo por haber llegado; cruzo la línea de llegada con los brazos extendidos hacia el cielo y una gran sonrisa como los campeones de ciclismo. Pienso que es sólo la llegada a una meta, no la final, aún queda camino por recorrer. No quiero mirar hacia atrás para no ver los rezagados, los que quedaron caídos en el camino.

Reconozco que no es todo mérito propio aunque algo de ello hay: cierta dosis de sobriedad, no fumo, bebo con moderación, trato de satisfacer mis apetitos con equilibrio y cuento para ello con la ayuda de Dios, y aquí aparece el factor determinante: la ayuda del Creador, de quien me cuida desde que fui concebida en el vientre de mi madre, en el mes de julio de 1937, siete meses antes de nacer, el 22 de febrero de 1938. Seguramente estaba apurada por ver la luz ya que nací prematuramente con un peso de tan sólo 1.800 gr. Las comadres de ese tiempo le vaticinaron a mi mamá: "Será grande, fuerte, sana y hermosa, como todas las sietemesinas".

Comenzaba mi lucha para sobrevivir, mi padre me abrigaba y rodeaba mi cuerpito con botellas de barro cocido (cerámica) de Ginebra Bols llenas con agua caliente, envueltas con trozos de tela blanca, no existían incubadoras ni Sección Neonatología. Había nacido en la casa paterna, en el mismo lecho donde fui concebida, a la antigua, con la atención de la partera Bonotto. Me alimentaba en los primeros días con leche materna de una vecina, una italiana que tenía una bebita de pocos días, doña Libera Del Giudice; luego de dos meses mi madre tuvo leche suficiente para mí y para otro bebé prematuro, de la familia Laboret.

Jabón Palmolive para bebés
Jabón Palmolive para bebés
Cosas de otros tiempos... tiempos en los que a la parturienta se le ofrecía caldo de gallina y mate cocido para que tuviera mucha leche; algunas amigas o parientas cuando venían a conocer el bebé traían de regalo una gallina; no existía la leche en polvo para bebés, ni los pañales descartables, tampoco el aceite para la colita paspada, si acaso un poco de aceite de oliva. Mi padre colaboraba cambiando las botellas para calentar la cuna, noche y dia... y basta! Todo lo hacía la mamá, pero así estaba bien y éramos felices los tres. Sin mamaderas ni chupetes. Con la ayuda de Dios. Mis dos abuelas, Juana Galeano y Victoria Raso ya habían fallecido. Mis padres me habían esperado durante tres años, desde su boda el 19 de marzo de 1935 y estaban muy contentos con mi llegada.

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