Hace varios años que escribo a mano mi Diario. Claro que la escritura manual de alguna manera descarga las tensiones, el estrés, como se dice desde hace un tiempo; parece que al derivar del inglés el usar esa palabra "rejuvenece" al escritor. Bien, como decía el escribir a mano es para mí una terapia, luego puedo tachar, agregar, pegar recortes periodísticos, hacer dibujos, etc. Lo negativo es el volumen y el peso del Diario, por lo general una agenda reciclada, algo incómodo para trasladarla en mis viajes o mudanzas, o para esconderlo cuando no quiero que alguna persona indiscreta ande curioseando lo que escribo. Al hacer un blog, imagino que este término también tiene un origen anglosajòn, ya no tendré esos problemas y tal vez pueda guardar todo en una llave que podrá pender de mi cuello como la que lleva mi nieta Anais. Qué maravilla la Informática! Creo que la diferencia entre un Blog y un Diario manuscrito es la misma que separa a un mail de una carta escrita a mano y enviada por el servicio postal antiguo, una curiosidad de museo para mis nietos. Manos al teclado y adelante Juana! Ayer le comentaba a mi hijo Carlos que yo soy del tiempo de la pluma cucharita y del tintero de porcelana en un agujero del pupitre de madera lustrada, eso en primero superior porque en el primer grado escribíamos con lápiz Faber N°2. Escribir con tinta era como pasar a ser "grande", claro que significaba una gran responsabilidad, y el desarrollo de una ritología que asustaba un poco. Era aprender el manejo de un equipo de trabajo delicado, el portaplumas o lapicera de madera, la pluma de acero modelo cucharita, el secante, etc. Debíamos cuidar que no se mancharan nuestros dedos, ni el delantal, que era de algodón blanco y no admitía manchas de ningún tipo; ni hablar de borrar... podía significar un agujero en el papel y una nota de advertencia escrita con tinta roja por la maestra: "Debes ser más prolija". A veces las plumas se abrían y enganchaban la hoja, o producían un salpicado horrible. Cuántas lágrimas, las primeras en la escuela.
Recuerdo una anécdota, en el recreo algunos compañeros comentaban, "mi mamá si me mancho el delantal me da una paliza", orgullosos de la disciplina, mi hermana y yo callábamos casi avergonzadas porque nuestra madre no nos reprochaba y posiblemente ni se daba cuenta si ello ocurría, entonces para no desentonar decidí mentir, y dije: a nosotras nos mata!, como para que entiendan todos que en casa no se hacia cualquier cosa. Después yo le pregunté a mi madre: ¿por qué vos no nos retás?, ella se encogió de hombros y siguió fregando la ropa con el pan de jabón Federal, como si nada; no había jabón en polvo, blanqueadores, ni lavarropa. Los delantales, que los compañeros uruguayos llamaban túnicas, eran de algodón cien por ciento, aún no habia aparecido la tela sintética, con tablitas y un lazo en la cintura que se sujetaba con un enorme moño. Luego mamá lo planchaba húmedo con almidón Colman, y eso le demandaba horas de trabajo. Las chicas ricas, como la sobrina de la maestra, llevaban los delantales a la tintorería del japonés del barrio, y los cambiaban dos veces por semana, lunes y jueves, eran las abanderadas. Mi delantal lucía un poco amarillento. Recuerdo que por tener notas altas en un acto patriótico me correspondía el alto honor de llevar la bandera , yo estaba muy contenta y emocionada, lo triste fue que a último momento la señorita me quitó la bandera y me dijo un poco abochonarda: "no... vos no, mejor Isabelita" (la sobrina), yo le pregunté tímidamente: ¿por qué? -"Porque tu delantal no está presentable". Tenía razón la señorita Carmen, pero a mí me produjo un gran dolor y vergüenza; no quiero enturbiar mi primera página del blog con un recuerdo triste, de todos modos mi maestra era muy buena y me quería mucho, siempre me ponía notas tales como "Muy bien felicitado", "Te felicito", "Excelente!" etc. y yo estaba firmemente decidida a ser la mejor aunque no llevara la bandera aquel 25 de mayo, tal vez más adelante... hablaría con mi mamá para que le pusiera lavandina, o más almidón, seguramente el 9 de julio podría pasar al frente y colocarme junto al busto de don Juan José Paso, portando la bandera y con el delantal blanquísimo. Cursaba tercer grado, la escuela llevaba el nombre del pròcer, era la N° 18 del Consejo Escolar 1° y estaba situada en la calle Belgrano al 500, en el barrio Monserrat de Buenos Aires. Mi maestra se llamaba Carmen Maristany.
lunes, 8 de febrero de 2010
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