martes, 23 de febrero de 2010

Monserrat, mi barrio

Biblioteca Nacional de Buenos Aires
Biblioteca Nacional de Buenos Aires
A veces pienso si no sería mejor volver. Volver a la niñez, a la adolescencia, a Buenos Aires, al barrio de Monserrat, si se pudiera claro está. Retomar la vida desde aquel otoño cuando, después de un destierro voluntario de quince años mis padres decidieron regresar al pueblo natal de mi madre, a Colón. Para ellos era volver, para mis hermanos y para mí era irnos.
 El departamento de la calle Bolívar ya resultaba demasiado chico; cuando entramos éramos cuatro: mamá, papá, Lola de tres años y yo de cinco, ahora con mis hermanitos Sara y Luis éramos seis. Además mi padre había perdido su trabajo como carpintero en los astilleros de Puerto Nuevo, y su pequeño taller de carpintería en el trasfondo de la imprenta Chile no andaba bien. Se jubiló a los cincuenta. La ley consideraba el empleo en la marina mercante riesgoso y concedía el beneficio a esa edad. Con algunos ahorros, la venta de una casita en Monte Chingolo y un crédito bancario mi papá compró un camión y decidió volver al oficio de camionero que ya habia desarrollado cuando salió de Colón. En ese entonces la familia se había trasladado a Mendoza buscando porvenir en el transporte de la uva y luego de probar suerte en el sector vitivinícola dejó la zona y marchó hacia Buenos Aires. Mi padre tenía alma de aventurero y mamá lo seguía fielmente, plenos de ilusiones ambos, escapando de las crisis o tal vez de las consecuencias de las guerras europeas.

Y ahora... otra vez a Colón! Allá estaba la casa del Barrio Mitre, primer hogar, y se podía trabajar transportando cereales con el camión Skoda 0 km. apenas adquirido. Una nueva aventura? O un camino más seguro para todos? Yo tenía 19 años, un título secundario, Perito Mercantil Nacional, y uno de nivel terciario: Preparadora de Histología; mi hermana Lola pensaba terminar allá sus estudios secundarios; mis hermanitos entraron en la Esc. N°3. Mamá comenzó sus actividades en la granjita que armó en el fondo de la casa, ya que el terreno era muy grande. Todo prometía. Éramos felices, cada uno tenía un proyecto, nos esperaban parientes y amigos, qué más podíamos pedir? Y dejamos Monserrat, la calle Bolívar, la Biblioteca Nacional, a la vuelta de casa, que era nuestro lugar de estudio y lectura, los amigos, los parientes.
La casa que ahora habitaríamos era grande, con jardín, nos parecía un palacio; claro que no contaba con las comodidades y servicios de la capital, estaba situada en la Sección Quintas del pueblo, allí no había luz elèctrica, ni agua corriente, ni asfalto, para nosotras era el campo, una vida un poco primitiva pero con todo el encanto de la naturaleza.

Luego de muchos años, en un viaje a Buenos Aires, visité el barrio antiguo, la casa de la calle Bolívar; quedaba un sólo vecino de aquellos de la fiesta de mis quince, Alberto Barrios,  en el depto. 4, sus padres habían fallecido, sus hermanos se habían casado y vivían en otros lugares. Fue lindo recordar la niñez, mirar fotos, reir y soltar alguna lágrima pensando en los ausentes. Yo iba acompañada de uno de mis hijos, Fernando, de ocho años, Beto ya era un anciano. Luego fuímos a la Biblioteca en la calle México entre Bolívar y Perú, y viví la emoción de encontrar a la bibliotecaria de otrora, que me reconoció y se acordó de la primera vez que fuímos con Lola, cuando nos sentamos en una mesita redonda de su sala de lectura infantil, ella nos sirvió el té y nos prestó libros de cuentos de hadas. Yo también la recordaba, era una linda joven en aquel tiempo lejano, ahora lucía una peluca para ocultar su calvicie y estaba muy maquillada, pero para mí seguía siendo tan hermosa como antes. Habían pasado más de veinticinco años.

Volver... como dice el tango de Gardel. No se puede. Todo cambió, el barrio, la ciudad; la Biblioteca se mudó a un edificio muy moderno y grande en otro lugar. Y, tal vez lo más importante, cambié yo. Ahora estoy a quince mil kilómetros, en otro país, en otro continente. Tal vez volver sería nuevamente irme.

2 comentarios:

  1. Ma, quizás fuiste otra vez con Fernando, pero yo me acuerdo haber ido con vos a tu antigua casa de la calle Bolivar, y a la Biblioteca, y si no me equivoco, también estaba Ana que era chica. De la gente que encontramos, estaba el hijo del verdulero que vos habías conocido, creo recordar, por ahí cerca, quizás al lado mismo de la puerta de entrada del edificio. Y me acuerdo que de ahí, pasamos por la Biblioteca.

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  2. Gracias por el comentario, me refrescò la memoria. En una primera visita fui con Fernando, por allì anda una foto donde estamos alimentando las palomas en Plaza de Mayo, entonces visitamos a Beto Barrios; vos te habias quedado con papi y Ana aùn no habìa nacido. En otra oportunidad, visitè la casa en un viaje a Baires con vos y con Anita. De la verduleria tengo una anècdota. Hago una entrada y escribo.

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