lunes, 22 de febrero de 2010

La orquídea

La orquídea de regalo
La orquídea de regalo
Por fin alguien me hizo un regalo que deseaba desde hace mucho tiempo: una flor; no una flor cualquiera, sino una orquídea! A través de mi vida he recibido muchas veces como atención especial flores, rosas, claveles, gladiolos, jazmines, etc. pero es la primera vez que me obsequian una orquídea.

Siendo adolescente, allá en Buenos Aires, se usaba que a las chicas cuando cumplían quince les regalaban orquídeas y abanicos de sándalo. Tal vez desde entonces esperaba esa flor. Cumplí los tan esperados quince cuando vivía en la calle Bolívar, en el tradicional barrio de Monserrat.

No tuve la gran fiesta, como muchas de mis amigas, ni vestido largo, pero fue maravillosa y de sorpresa, organizada por mis vecinos. Era una casa muy antigua, en el primer piso, con nueve departamentos, los del 1 no se daban muchos con los demás, el hijo cursaba la carrera militar en el Colegio Militar, la hija estudiaba música; en el 2 vivían los porteros, españoles, Teresa y Ramón con sus tres hijos. El 3 estaba ocupado por una señora cordobesa y sus cuatro hijos. La familia Barrios estaba en el 4, correntinos, con cinco chicos que eran nuestros compañeros de juegos. En el 5 los Mancini, italianos, una viuda con dos hijos adolescentes, Litín estudiaba canto y Nelly música, nos invitaban siempre a tomar el té y a escuchar los conciertos familiares. En el 6 otra familia de italianos, Lalo y Maria, muy jóvenes, con un bebé; él era vendedor de Gath y Chavez, una tienda tradicional muy importante. En el 7 vivían inmigrantes recién llegados de Galicia, Fermín y Maria con la hija, Regina; luego nosotros, los Galeano y finalmente en el 9 doña Olga y su hija Irma, vendedora de la famosa zapatería Tonsa.

Cuando una familia entraba en una de aquellas viejas propiedades permanecía allí toda su vida; nosotros estuvimos trece años, desde el 1943 al 1956, cuando regresamos a Colón. Aquel 22 de febrero del 53 fue un día muy especial,  los vecinos bailaron al son de la música que ejecutaba Lalo en su acordeón, entre todos compraron sandwiches de miga, eran un lujo, gaseosas y masas finas. No hubo orquídeas, abanicos ni fotos, pero el amor de mis vecinos, la alegría de mis padres, significó más que todas las flores del mundo.

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